Tratando de descifrar que era lo que no me dejaba dormir, mejor dicho: encontrando la razón oculta de lo que llamo insomnio inducido -porque a pesar de no tener el impedimento de dormir al acostarme, no logro apartar el libro (o en su caso, los ojos de la pantalla), apagar la bendita luz que esta a una brazada de distancia y finalmente dormir- arribé a la conclusión de que hacía muchas noches que no soñaba, ni siquiera algo insignificante.
En otros tiempos no me hubiese alarmado porque no es algo raro en mí, pero la curiosidad se debía de que en este último tiempo (hasta diría que durante gran parte de Diciembre) no paraba de acecharme un sueño tonto, pero torturador, que me ponía los nervios de punta y hacía de mis despertares una dolorosa vuelta al mundo.
Se trataba de dos personas, de vez en cuando lejos y otras veces cerca mío y hablando con otras personas, tomadas de las manos; risueños, contentos y naturalmente juntos, tomados por las manos como si no se pudiesen (o quisiesen) despegar. En estas recurrentes imaginaciones nocturnas no lograba quitar mis ojos de sus manos, como si algo me horrorizase y atrajese a la vez, sin poder escuchar ni una sola palabra de la conversación.
Todos estaban familiarizados con esa situación menos yo.
Era un horror.
¿Qué lo era? No lo se, tal vez ser la última en enterarse, tal vez todo.
Podría decirse que a raíz de eso desarrollé un especie de miedo inconsciente a la noche, donde primero miro una película que no haya visto, o leo un poco más de mi libro que me regalaron... pero siempre con algo en la mente me voy a dormir.
A la vez hace días que no lloro ni pienso en esas manos.
No se si estar contenta, o si temer a que esta extraña paz que vela por mí en las noches ya adelantadas de vaya otra vez de mi lado.
Pero así, sola, así con ella... estoy tranquila.
1 comentario:
Pero así, sola, así con ella... estoy tranquila.
juija, me gusta
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