lunes, 4 de febrero de 2013

amigas imaginarias

Volviendo a mi infancia, tengo recuerdos de haber sido un ser muy vergonzoso.
Intercambiaba figuritas sólo con chicas de mi división y nunca llegaba a terminar el album, tenía pavor de leer para toda la clase, odiaba que nombren mi apellido en voz alta, y a pesar de que las pruebas de inglés me resultaban facilísimas, me quedaba coloreando los dibujos para no tener que entregar antes que mis compañeros más brillantes.

No soy de las que creen que con el tiempo se "pierde" esa vergüenza.
La siento adentro, la sigo llevando conmigo a donde quiera que vaya, como una amiga que se volvió flexible y silenciosa.
Es sólo que las situaciones te empujan tanto a hablarle a la chica o chico que te gusta que lo terminás haciendo por pura inercia; la necesidad de resistir en tu puesto de trabajo te enseña a hablar mucho más de lo necesario de cosas que a nadie realmente le deberían importar; el relacionarte todo el tiempo con extraños te incita, más temprano que tarde, a tener que hablar de cosas mundanas hasta encontrar algo en común, y hacer (con algo de suerte) buenos amigos.

Es el mundo que se empeña en expulsar a la vergüenza de nuestras vidas, como si fuera algo dañino.
Yo en cambio la tengo callada pero tan presente que en algunos casos transforma cosas normales en miedos tontos, haciéndose protagonista de mi vida con otro nombre de pila.
Sigo eligiendo salir sola los domingos porque ¿para qué tanta exposición?; sigo estando agradecida cuando puedo viajar sola a dónde sea que vaya, tal vez hasta imaginando como sería tener un acompañante; sigo pensando en que es mejor que el otro no sepa lo que sentís si no es totalmente necesario, sigo creyendo que puedo hablar conmigo y responderme sola, siendo suficiente con mi propia mente para ser las dos de una conversación.

Por eso digo que nunca, menos con el tiempo (que al fin de todo es nada), se pierde... sólo se que se amolda a todo, y principalmente a todos.


4 comentarios:

efe dijo...

no sabría decirte si me pasa lo mismo, son sensaciones más que únicas. pero comparto mucho de lo último que nombrás, como si fuera suficiente estar con la propia companía. para qué más? si así "creo" que me siento bien.
pero bueno, hay cosas que no se pueden compartir solo con uno.

Miguel Ángel Quinteros dijo...

lindo. me hace recordar que desde hace tiempo me presento con mi segundo nombre, como necesitando ser alguien mas. a veces extraño a miguel, era un tipo de lo mas sencillo, sin demasiadas preocupaciones, silencioso, con los amigos justos y los pasatiempo perfectos, tan alejado de las banalidades de esta sociedad donde vivimos, esa que conocí cuando deje de frecuentarlo y menos mal que fue así, se hubiera espantado mucho con todo lo que cambie desde entonces hasta ahora

Ari dijo...

Para mí siempre está la vergüenza pero se hace presente o no dependiendo del ambiente, o del acompañante. Todo esto que vos decís se me viene a la cabeza seguido; este es mi último año de colegio y ahí adentro ya casi no me queda la vergüenza de hablar con tal o tal, pero el año que viene arranco la facultad y me llena de dudas porque siempre me costó hablar con extraños y no sé cómo va a salir todo eso. Supongo que el tiempo va a ir pasando y me voy a ir acostumbrando, o quiero suponer...
Aunque siempre voy a hablar conmigo misma. Jaja.

TheWickedNightmare dijo...

Genial entrada
simple y sencilla asi debe ser .. (tal vez para algunos)
Saludos