Me convencí tanto de que no era su tipo, que podía con cualquier argumento que me contradiga, hasta el más retorcido. Era como si tuviese una posesión de alguna de sus ex novias que nunca conocí, diciéndome que no, no, y no desde adentro.
Me dijeron ¿y si fueras la distinta?
Lo pensé un rato. Me quedé muda.
Tal vez tenían razón; tal vez es una locura, aporto yo, pero con bastante sentido.
Pero ¿saben qué? Manejo mejor los rechazos.
(ya estoy acostumbrada a que me rechacen; el no lo tengo de entrada y me lo quedo para el final.)
Los manejo mejor porque su aceptación, y continúo, su inminente rechazo posterior, me provocaría la muerte.
Sé que me dirías que no. Sé que no puedo con tanto vos.
No soportaría que te me pares enfrente y lo digas.
Que sea blanco o negro, pero no hay grises para mí.
No puedo. Te juro que no puedo.
Y te podés ir bien a la mierda, en caso de ser un gris, o un sí para siempre.
Me gusta más mi oscuridad, donde en mi propio rechazo me hallo bien.
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