Te buscaría en cada lugar que me de miedo, te pediría que me acompañes en mi viaje, y que desmantelemos juntos los misterios que me acosan.
Pero sin tocarnos, siempre callados, o tal vez tomarte de la mano y apretarla no tan fuerte cuando no pueda soportarlo sola. Te fotografiaría en escala de grises, y las pegaría en mi pared como logros indiscutidos, porque esos lugares que me dan miedo son esos donde más me sentí abandonada; tal vez estés de espaldas, para poder imaginarme al lado tuyo, de frente al peligro si vuelve, y acariciar tu mano si la necesito otra vez.
Se que puedo sin tu ayuda, se que llegue siempre mejor sola que mal (o bien) acompañada; pero quiero más saber que estarías conmigo si te lo pido, si valgo la pena perder el tiempo valioso con algo que no te incluye ni te beneficia.
Me da más pavor que los lugares que me atormentan saber que preferirías estar en otro lado.
¿Qué hay si tengo que hacerlo sola? ¿Qué hay si percibo que no te niegas, pero no lo aceptas?
Por eso te imagino, y no te lo pido.
La imaginación que vive conmigo te reproduce de espaldas, y donde yo quiero que te quedes quieto.
Ella me deja pasarte por al lado, mirarte con calma, sin que te muevas ni te niegues.
Ella guarda tu mejor silueta, yo la inserto en cada lugar,
en ese momento que empiezo a luchar.
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