Últimamente estoy defendiendo al ser mujer de una forma bastante absurda.
Me disculpo un poquito, Isabel Allende saca ese lado de mí que siempre se queda guardadito en los días comunes. Sus personajes me llegan de una forma tremenda que las siento dentro mío, las admiro y las envidio en el fondo.
Cuando termine el libro (que por cierto será muy pronto) además de entristecerme porque no tendré nada que leer, voy a cortar con toda esta locura.
Aprovecho para volver a recomendar a quién siento como a mi madre literaria, doña Isabel sí que sabe envolverme. El único problema es que desato tempestades en mi mente y después no se como juntar los platos rotos. Transformo a los amores y episodios ordinarios en cosas increibles, que a menudo no existen.
La realidad es un poco más aburrida, y generalmente la respuesta es no (o no hay respuesta, que es peor)...
Lo bueno es que construyo en mi interior un ser que se apodera de quién soy, que es invencible,
y un poco me gusta.
Está bueno ser fuerte de vez en cuando, está mejor todavía sentirse bien siendo lo que soy.
En fin, comparto secretamente que en mi vida anterior me hubiese gustado ser una de esas muchachas que sin miedo se embarcan en travesías desconocidas a cazar a su apurado amor. Me gustaría haberlos esperarlo en las noches de calor, y entenderlos a susurros y sin preguntas.
Tal vez proyecte eso en mi propia vida si algún día me dejan.
Y si no me dejan.. bueno pues lo hago igual.
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