Ahora que lo pienso, que cansada sigo estando.
Mi interior... después de batallar tanto en tan poco...
Con razón me desplomé en la silla, con razón los segundos daban saltos de a tres o dos.
Siempre pensé que a la mentira no le importa cuan bien la disfraces, lo único interesante es que esconde la verdad que no se dice.
Entonces con las palabras atoradas en mi garganta, la escondí de la peor manera que pude.
A punto de vomitar, ya sin color en mi cara y con el único aire que me quedaba, ya estas no me estaban dejando respirar; con el esófago anudado, con mis facciones desorbitadas, con las ideas revueltas, no se como hilé mis cuerdas para largar al menos sonidos con un tono nervioso y bajo, tan característico de mí.
Para que fingir.. lo único que importaba era largar algo a duras penas a e irme.
Sólo con el motivo de que era necesario y obligatorio, pinché con la aguja un par de conceptos para decir una oración de pocas palabras (y poco sentido), las que bastaban porque de hecho no las necesitabas.
Una puntada.
¿Por qué no me preguntaste más? ¿por qué? ¿¡por qué!? La mentira solo duraría una oración, lo sabías.
Todo el cuerpo, todos los gestos, mi entera alma tratando de pararme, sobreactuando para demostrarte que había más.
Mis ojos, ¿no los viste? todos lo dicen: si yo no se mentir..
Lo sabías.
Mierda. Lo sabías
y no dijiste nada.
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