La nombré simplemente Inés.
No se bien porque pero siempre la imaginé pequeña, como si el tiempo la encogiera cada día más. Blanca como un fantasma, aparece silenciosa a mi lado y cuando me doy vuelta me está mirando con ojos desorbitados. Siempre manteniendo su forma de algodón, siempre guardando distancia, Inés es de esas que saben escuchar hasta el final sin impacientarse, me vuelve a preguntar con insistencia aquello que no quiero responder, aprendió a sacarme la verdad. Además cuenta con el privilegio de saber dar excelentes consejos.
Hoy la necesito tanto... y hoy doy media vuelta y no está
¿será porque en verdad no existe?
Las charlas conmigo misma han sido inútiles en este último tiempo, ya ni siquiera me calman.
Supuse que por eso ando necesitando una Inés que se limita a oírme y acompañarme cuando nadie está a mi lado. Ella ahora mismo sabría sentarse en la cama en frente mío sin impacientarse hasta el fin de la historia, historia repetida que no tiene final, historia que tiene un solo protagonista porque el segundo nunca está.
Inés haría todo lo que necesito, que no es mucho pero sigue faltando en el día a día- no me dejaría sola.
Porque es eso: no quiero estar ni un día más en este infierno- quiero que al fin otro ser tome mi dolor, tonto e infantil dolor entre sus manos, y me diga que lo entienda.
Me diría que todo va a pasar mañana, aunque yo ya lo sepa, pero siempre hace falta esa seguridad de que lo efímero nunca jamás dura una eternidad.
Ay Inés, hoy estoy muy triste, ¿donde estarás..?
Porque, ¿sabés? eso es lo único que me molesta de siempre sola: no me falta ayuda, me falta el tonto consuelo que no se donde buscar.
1 comentario:
Muy lindo lo que escribis!!!
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