Mejor dicho en las personas que son imanes. Imanes ideológicos, imanes de la mente, espejos, calcos.
Basta que uno se mueva para que el otro se vuelva a acomodar en la misma posición, y de mala manera, pero se acomoda... y no solo eso.
Los imanes son casi tan malos como el sometimiento.
Me autocorrijo: son el sometimiento de una persona que, de una manera tan bruta, acaba por hacerse la imágen y semejanza ideológica de otro ser.
Pregunto: ¿se cuestionarán antes de largar el discurso parlanchín que resulta muy familiar? ¿o terminan obligándose a sí mismos por puro capricho, costumbre o gusto?
Nunca lo entenderé. Y si es por gusto menos.
Ideologías que se cruzan hay muchas. Las medias naranjas (y hablo de las auténticas) suelen tener la misma ideología, no así repiten lo mismo todo el tiempo.
En cambio ser el imán de otro... lo veo horripilante, aborrezco el momento en que me doy cuenta que ese pensamiento fue tomado casi con naturalidad, más cuando se trata de gente adulta que piensa y dispone de la capacidad para elaborar una idea, sea cual sea.
Ser dogmático en su máxima potencia es ser un imán, es reflejar lo que dice el otro como si estuviese estudiado, como comer una manzana ya masticada porque así cuesta menos energía.
Si un día me vuelvo el imán de otro sin siquiera molestarme en pensar lo que estoy pensando, pido tortura, háganme razonar...
si no respondo mandenme al paredón no merezco (ni quiero) vivir así.