domingo, 17 de febrero de 2013

nueva plaga

Está sobre nosotros, sin que nos demos cuenta.
Porque cae silenciosa y lenta, pero efectiva sobre nuestros hombros y nuestras cabezas, pero insisto no nos damos cuenta, por que nuestros ojos no alcanzan a ver tanto.
Excusados los humanos.
¿pero no ven que no hay insectos volando?

De a poco llega hasta la punta de nuestros zapatos, y esta polvareda blancuzca sin olor ni consistencia transforma el suelo en un campo de pisadas que registra nuestros pasos, unos sobre otros.
De aquí para allá se ve que fuimos apurados, y chocándonos como tómbolas sin sentido.

Dados por enterados, conjeturas de todo tipo se oyen, las mas frecuentes relacionadas con la suciedad, la adicción y el ataque de una extraña plaga con riesgo de ser contagiosa -como dicen los periódicos. Nadie sospecha que tal vez pueda ser el inicio de una nueva estación (tal vez la quinta) sucediéndose entre las otras cuatro, que se manifiesta de una forma extraña y desaparece con el agua de las lluvias del otoño porteño.
Una estación hecha de cadáveres de pensamientos, cremados por el sol de la lucidés y retenidos entre las nubes comunes de vapor; esperando allí a tomar un poco de fuerza, colapsar y caer todos juntos como una venganza mortecina y cómica sobre nuestros cabellos, paraguas y abrigos de media estación.




jueves, 14 de febrero de 2013

Seres gaseosos

Decían que aún en mis tiempos seguían existiendo personas que se movían por estos mundos como nubes, de un lado hacia otro, dejándose ver como masas de aire amorfas y desganadas.
Decían, además, que en su interior eran seres totalmente opuestos -contundentes y enérgicos- que lograban conservarse intactos gracias a esa aureola gaseosa que los rodeaba por completo, ocultándolos con éxito entre tanta soledad autorizándolos a pasar inadvertidos.

¿Si vi alguna?
Creo que puedo, y tengo testigos, comprobar empíricamente que existió a mi alrededor algo con esas extrañas características, tan cerca que me permitió conocer su realidad.
A veces me parece ver el humo a la distancia, intangible y confuso, pero no se si es que deja apenas mostrarse porque sabe que conozco su naturaleza, o transformo con la imaginación esa confusión que me produce sentir la compasión de ser humano hacia mi persona -otro ser humano con defectos regulares y cualidades aun más simplonas,- lo que me hace ver seres casi mitológicos donde no los hay.
Compasión, como quién dice una palabra de ese estilo, se convierte más en algo penoso que heroico: tal vez, como de costumbre, acabé imaginando la gran parte de las cualidades entonces sólo merezco un sentimiento de tales características. Ambas versiones igualmente válidas.

De todas maneras, fuera del debate de mi conocimiento acerca de este particular ser, hablar en pasado implica una sola cosa: que la existencia (probable o no) sea juzgada sólo por el presente, dejando en claro que si es en el ahora, es lo suficiente... pero si ya no subsiste (o puede subsistir) en estos tiempos, queda excluido unánimemente de toda posibilidad de ser.

No es.
Me pregunto si bajo las reglas de este maldito árbitro debo refutar también los recuerdos por ser inservibles.

lunes, 4 de febrero de 2013

amigas imaginarias

Volviendo a mi infancia, tengo recuerdos de haber sido un ser muy vergonzoso.
Intercambiaba figuritas sólo con chicas de mi división y nunca llegaba a terminar el album, tenía pavor de leer para toda la clase, odiaba que nombren mi apellido en voz alta, y a pesar de que las pruebas de inglés me resultaban facilísimas, me quedaba coloreando los dibujos para no tener que entregar antes que mis compañeros más brillantes.

No soy de las que creen que con el tiempo se "pierde" esa vergüenza.
La siento adentro, la sigo llevando conmigo a donde quiera que vaya, como una amiga que se volvió flexible y silenciosa.
Es sólo que las situaciones te empujan tanto a hablarle a la chica o chico que te gusta que lo terminás haciendo por pura inercia; la necesidad de resistir en tu puesto de trabajo te enseña a hablar mucho más de lo necesario de cosas que a nadie realmente le deberían importar; el relacionarte todo el tiempo con extraños te incita, más temprano que tarde, a tener que hablar de cosas mundanas hasta encontrar algo en común, y hacer (con algo de suerte) buenos amigos.

Es el mundo que se empeña en expulsar a la vergüenza de nuestras vidas, como si fuera algo dañino.
Yo en cambio la tengo callada pero tan presente que en algunos casos transforma cosas normales en miedos tontos, haciéndose protagonista de mi vida con otro nombre de pila.
Sigo eligiendo salir sola los domingos porque ¿para qué tanta exposición?; sigo estando agradecida cuando puedo viajar sola a dónde sea que vaya, tal vez hasta imaginando como sería tener un acompañante; sigo pensando en que es mejor que el otro no sepa lo que sentís si no es totalmente necesario, sigo creyendo que puedo hablar conmigo y responderme sola, siendo suficiente con mi propia mente para ser las dos de una conversación.

Por eso digo que nunca, menos con el tiempo (que al fin de todo es nada), se pierde... sólo se que se amolda a todo, y principalmente a todos.