domingo, 25 de septiembre de 2011

Se tienen.

Alana,
quién a veces es libre y a veces es víctima de su mente, mira a sus costados, desesperada.
No está sola en ese mundo, dice, tiene su doble del otro lado del espejo, cuando se mira, descubre que se miran.
No busca nada (como tantos otros que lo tienen todo) porque lo que le falta no lo nota.
...como tantos otros.

Aun así hay días como el de hoy, en que se levanta ofuscada, como si fuese un papel ondulado, y siente el impulso de mirar a sus costados, de mirar que no haya nadie, de fijarse que no esté esa intrusa, pero no la ve, no la ve todavía, no está tranquila porque sabe que aparecerá, detrás de aquella pared se esconde, o de esta otra, y cuando hay ruido, o mejor dicho cuando hay silencio más allá del ruido de las cosas, de las maderas chillantes y de los aparatos eléctricos que transmiten voces, esa maldita sale a molestarla, a acecharla, a recordarle lo que no tiene.
Y le molesta.
Porque cuando entra nadie puede echarla, 'ya está aquí, junto a mí'.

Pero ahora nadie está ahí, solo ella.
'tranquila Alana, nadie más está aquí...' quisiera consolarla.
Pero parece ya no estar en este mundo.
Descansa, con una pretendida calma descansa un poco más.
y tras ahogarse en el propio aire, siente que corre, despierta;
'ya nada será mío', se lamenta.
Como tantos que comparten pero que a la vez, no tienen posesiones.

Bienvenida.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Contradicciones.

Desde chica mi mama se ha quejado de lo despelotada que soy.
Por más que me esfuerce jamás pude mantener mi habitación (o cualquier ámbito donde me encuentre) ordenada por una semana entera -es más: dudo que haya durado tres días-
Y es que a veces realmente quiero intentarlo por mi propia salud mental, me encantaría ver el espacio que se produce cuando el aire está despejado... pero inconscientemente me las arreglo para dejar la ropa sobre mesas, pilas de frazadas desordenadas, camas en uso o desuso, carteras, las sillas donde me siento, zapatos agrupados... y si así la realidad lo permitiese, suspendida en el aire desafiando las leyes de la gravedad.

Tengo la capacidad de desordenar todo en la mitad de lo que tardo en ordenarlo, dirán ¿quién no?, pero aseguro que lo mío es un b-side horrible de mi personalidad, me temo que jamás le podré ganar.
Por ejemplo cuando suelo estar deprimida o triste por algún motivo, ocurre que en el instante que me distraigo de la pantalla y doy un pantallazo general, me percato del desorden que hay detrás de mí: hasta ropa que no uso revoleada y arrugada, zapatos en el medio de mi camino, libros, botellas de agua, bolsas, mochilas... y entro en crisis al no entender como ha ocurrido eso,¡si ayer estaba todo despejado! yo no fuí si hoy antes de salir sólo me probé... doce combinaciones distintas... ah.

Lo contradictorio de mi situación, sea cual fuese el orden dentro del desorden, es que en mis cajones todo está acomodado por color. Ya sean que quedan tres remeras en cada uno, puedo mantener los colores así, 'y entre las rojas nunca habrá nada blanco'.
Cuando mi habitación quedó toda para mí, me la costumbre de poder colgar la ropa por sectores, 'y un vestido nunca se intercala con un pantalón, ni una camisa entre mis chaquetas'.

Entiéndase: todos llevamos un obsesivo compulsivo adentro.
Los humanos somos contradictorios.