Infancia.

Debería ser una cotinuación al post de unos dias atrás, que trataba acerca de mi aislamiento y mi poca conversación acerca de mis cambios, porque de alguna forma escribiéndolo recordé a mi pequeña versión y descubrí que quizás algo anduvo mal de chica, algo andubo fallando en la comunicación. Me volví mas que perceptiva, y eso hizo que creyera que la gente lo era, cuando difícilmente alguien pueda mirar un centímetro fuera de su esfera.

Si, empiezo ahora. Cuento que mi infancia estuvo concatenada a algo imaginario.
Siempre, desde que tengo memoria, hasta ese momento en el cual estaba bastante grandecita para hablar con otras nenas que se sentaban al rededor mio en la clase y de mirar a los chicos con un poco mas que de simpatía infantil. Hacía un esfuerzo enorme en hablar y encajar con todas, y parece que en algunos tuvo efecto, siempre una amiguita conseguía, pero siempre con ayuda de otras.
Pero hay que aclarar que las amiguitas eran para jugar, sólo para correr, saltar soga, jugar a la escondida; no para hablar de cosas que me pasaban que ni yo estaba enterada. Entonces aparería al amiguito de turno, con el cual hacíamos cosas que con las nenas reales no hacíamos. Por eso la soledad, supongo. Siempre, no en una edad determinada, y el siempre va doblemente subrrayado, abarcando todo sentido de la palabra.
Ellos eran verdaderos amigos, eran mis amigos. Amigos con los cuales reir (pero que nunca se reirían de mi), novios a quién besar, amantes imaginarios con quien ser cómplices. Si, era un poco chiquitita para tener amantes... pero esto consistía en que nadie sabía que mi amigo imaginario (al cual le guardaba un lugar en el auto de mis viejos contra la ventanilla porque nos gustaba mirar, y yo claro que se lo daba, o un lugar en, hasta ese entonces, la enorme cama para que esté tan cómodo como yo) en realidad era con el que teníamos una relación amorosa bastante fuerte. No lo conté nunca a nadie porque iban a creer que estaba muy loca, pero yo así era feliz. Le hablaba en silencio, y le sonreía en silencio. Éramos felices, pero siempre en secreto.

Por supuesto que la palabra "novio" no estaba incluida en mi relación con el muchachito de nombre de turno. Pero con él lloraba, con el hablaba; no con mis amigas de todos los dias, con él. Siempre fue hombre. La razón que creo que no me llevaba bien con mis "amigas" imaginarias mujeres es porque nunca tuve amigos varones en mi vida real aunque lo deseara tanto; pero ningún nene era mi amigo, sostengo que yo no era capaz de expresarlo, o de demostrar simpatía por querer jugar con ellos (también digo que ellos tuvieron una parte de culpa). Pero no los necesitaba, desde luego, porque mi él era perfecto para reemplazarlos. Por eso era él, y por eso era perfecto.

¿Si jugó a favor o en contra?
Probablemente en contra, claro. Eso explicó mi soledad en mi pre-adolescencia, y eso explicó mi corta relación con el resto. Era intolerante, nunca aguanté a nadie porque nadie me mostró la suficiente confianza para que los conozca. Ya era tarde, ya los ataques de pánico de pronunciar una letra en frente del mundo ya habían ocurrido y me marcaron como hondas cicatrices en toda mi vida. Ahora me pasa que una mitad quiere gritar, la otra la agarra del brazo para que no lo haga. Esa otra, es la nena que aun no crece, la nena que buscaba amigos imaginarios, la nena frustrada, la nena tímida que nunca le dejaron tomar confianza.

Pero si, la gente lo considera en contra, a mi en parte me da igual y en parte no. Nunca tuve novio a los 13 años como todas las pendejas lanzadas, aunque me hubiese gustado sentir algo lindo por alguien, ni nunca me pareció placentero coquetear con chicos de mi colegio y menos de mi curso, aunque admiraba a esas tontas que "flirteaban" con los mas populares. Hasta menciono que ya me aburría coquetear con un chico en una matinée antes de hacerlo por primera vez, pero todas lo hacían... yo quería hacerlo, claro.