Como contaba, los recuerdos fueron transformados a la medida que iba tomando mi vida. Los reflejos mentales de lo que había ocurrido se volvieron mas que difusos, porque no sólo la vida los aplastó contra otros mas antiguos al lado de otros menos importantes, sino que se modificaron según el punto de vista que deseaba verlos, pasando a ser un apoye emocional poco confiable. A pesar de que solo me trasmitían corrientes vagas que sólo cosquilleaban mi piel, no quiero decir que no fuesen oasis de tranquilidad. Aun se mantenía esa escencia central del recuerdo que era la felicidad, la conexión, la relajación, que no pudo ser tocada ni por el tiempo ni por mi mente.
Por todo ello, la pura percepción estaba malherida, pisoteada y escupida por los recuerdos, siempre comparándose con los momentos que vivía dejándola estéril e inservible. Estos se acoplaban a las nuevas sensaciones, se amontonaban junto a los nuevos dolores, presentes en todo momento sin que yo me diera cuenta, sin dejarme ser libre y sin dejar cumplir la función a la original y vívida dueña de los sentimientos.
Pero ahora todo está volviendo a ser como era antes, la percepción límpia de recuerdos falsos y memoriosos que de nada sirven si no están en su puro estado del vivir, pero todo significa un precio, y no por esta vez sería barato. Está claro que necesitaba nuevos que me trasmitan una energía activa y constante, y al no encontrarlos, al no poder reemplazar el placer gastado que me producían, pasé a ignorarlos, aun con la hermosa parte que me mantiene viva cada vez que lloro, que me mantiene sana cada vez que siento el fallecimiento de una parte de mi alma. Se dejan a un lado, se olvidan, se tapan con pensamientos en blanco.
Se tapa de blanco tu foto, se tapan de blanco tus caricias, tu voz y tu boca.
Es difícil, pero ya no se puede dar un paso atrás. Es morir estancada en el recuerdo, o seguir viviendo sin una parte de uno mismo.
La clave esta en el bloqueo total.
En cuanto se quiera pensar de la forma que actuaban las antiguas reproducciones mentales, se bloquea automáticamente con paredes blancas. El impulso escandaloso de protección a costa del pasado se choca contra los parlantes de la música de la paz: el silencio. No es un silencio incómodo, sino un silencio relajante, donde cualquier ruido arruinaría la orquesta (y eso implica dejar de escuchar su voz, quedo explícito en la palabra silencio).
Como se ignoran los recuerdos hasta ahora vigentes, mas allá de la modificación que produjo el tiempo, se ignoran los mecanismos de la imaginación a raiz de ellos. Cuando se piensa en que hubiese pasado, aparece la pared blanca y los parlantes de arte mudo para dejarme inmóvil.
La realidad mas concreta del intentar lograrlo es despojarse de la historia. Es que hoy, 25 de abril, ya no me importa tantas cosas que me preocupaban hace un par de meses, porque ya pasaron, y en consecuencia estoy bajando el grado de dramatismo que incorporo en mis acciones y en mis razonamientos. Se me ocurrió a mi misma evaluar las cosas con un poco de autocrítica, y darme cuenta que las voces si suenan cerca (no con la lejanía poética berreta que definía su sonido como distante), que estás cerca (¿un metro? ¿treinta centímetros? si, es porque estás al lado), y que esta ahí sólo para mi (obviamente que está ahí en escala 1/1, hablándome, compartiéndo el oxígeno).
Dejemos las películas, no voy a salir corriendo por la calle en pleno invierno, porque no hace falta el vientito que viene del rio, el frio otoñal atrae a la realidad por si solo señores, y cuando ese frio golpea a la cara no hay forma de taparse.
Los recuerdos están viejos, caducaron. Volvé a percibir Florencia, volvé a razonar, saca los típicos momentos atesorados porque no se van a materializar.
Entendido: exageré.
Aclarado, ¿si?, no se les ocurra culparme, ni culpar a la vida porque soy fantasiosa, y porque en realidad esos recuerdos son copias originales de momentos fantásticos, mas allá de su estúpida modificación, porque su escencia conserva las palabras dichas y las acciones cometidas (by the way: hermosas). Pero por mas que haya sido asi es en vano repetirlos incansablemente en mi cabeza: no pueden volver a pasar porque ya ocurrieron.
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