Si me preguntaras como pude saber quién eras, yo no sabría que responderte.
Sinceramente me quedaría callada: no a falta de explicaciones, sino enmudecida a un abanico de opciones que se despliegan frente a mi como una catarata de emociones cegadoras. En simples palabras: sobrecarga de información.
Recurriría a la trillada frase "amor a primera vista", clásica para este tipo de ocasiones, pero suena pésimo porque no creo que englobe suficientemente en tu interior para lo que busco demostrar cuando lo diga; es básicamente insatisfecha porque no se trata sólo de amor novelístico y empalagoso, de impacto puro visual y sin contenido relativo a nuestras escencias: acá se trata de ese click imperceptible dan las cosas, que hace parar al mundo por un segundo y que por fin hace encajar cada pieza del rompecabezas, para que siga su curso mejorado.
Y tachame eso; seguiría muda.
Porque no sabría decirte para que entiendas plenamente de lo que hablo si cuando te vi por primera vez ya te conocía, o si en realidad tus ojos nunca me parecieron nuevos porque obviamente los mios se acostumbraron muy rápido a mirarte directo, adictos a vos.
Si para no mentirte tengo que decirte que cuando te miré fue como mirarme en el espejo o mejor te explico a pura verdad que tu voz no me llamó para nada la atención porque no estaba diciendo nada que ya no supiera.
Tachame la doble, porque asi creo no ser clara.
Por eso dudaría entre, antes de todo aquello, contarte que cuando vos me respondías a las clásicas preguntas (que por cierto recuerdo cada una de tus respuestas para fundamentar mi afirmación) yo estaba sabiendo de antemano lo que pensabas, o arrancar friamente diciendo que descubrí quién eras justamente al verte porque ya sos transparente y no presisás preámbulos que te presenten ante mi; o en cambio callar todo lo anterior y resumir que cuando me contabas como sos fué como asentir para mis adentros, porque lo transmitiste cuando nos conectamos en la primer mirada, una realidad mas alejada de lo cursi para acercarse a la lógica.
Mejor tendría que optar por decirte, después, que algo me estaba llamando en silencio hacia donde estabas, o explicarte, sin dejar de nombrar a la causalidad, que la inercia me desembocaba en vos sin ser consciente y que no lo pude detener.
Como ahora, ya no lo puedo detener. Es inercia que, dando por descontado todo lo demás, se vuelve mas veloz, imparable, perforante. Tan perforante que hizo un agujero en mi alma: lo único que parece llenarla sos vos.
Es fácil llegar a esa conclusión: te identifico de entre un millón de formas.
Porque te puedo reconocer hasta detrás de las paredes, yo puedo escuchar tu respiración. Puedo saber cuando estás cerca, cuando estás inmóvil, cuando me mirás, cuando te alejás.
Puedo saber mucho mas de lo que te imaginás, pero no por eso puedo saber, y menos hacer, que me quieras.
Ahí es cuando mi afrimación se convierte en duda. Y sigo sin responderte, creo que me voy a quedar callada, supongo que no quiero confuindirte.
4 comentarios:
es genial. me pasa lo mismo, pero ahora estoy entre la espada y la pared.
si querés más tarde podemos charlar sobre ello... creo que podrías ayudarme... sísí.
para mi ya no hay miel!
ya me pico la soledad, y me esta matando. No puedo gritárselo, no porque no lo entendería, sino porque lo re entendería y ya no llamaría, como lo esta haciendo ahora.
muero por ir y mendigarle mas de su veneno, pero ese prefiere recorrer cuerpos delicadamente tallados con quien pueda compartir una buena noche. A mi solo me llama cuando nadie aguanta su dosis. Pero hace meses que no acude a mi para su desahogo
Escuchame una cosa: te tacho la doble, pero sólo te queda escalera servida, así que a ver cómo te las arreglás.
me gusta cómo escribes ;D
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